Lunes 21 de mayo: Berat, costa de Albania por la carretera SH8, Sarande, Ioánina (Grecia).

En el hotel de Berat me dan un buen desayuno tras el cual me voy a visitar la ciudad. La parte antigua es una joya, con calles empedradas empinadísimas y estrechas. Tanto, que los tejados de las casas se tocan entre ellos. El aprovechamiento máximo del espacio. En otra ciudad esas callejuelas significaría mucha oscuridad en las casas pero aquí no es así al estar una casi encima de la otra. Y es lo que le da esa singularidad: las mil ventanas.

La ciudad nueva

Desgraciadamente nada de ese buen gusto arquitectónico ha quedado para las nuevas construcciones, el resto de la ciudad, bastante grande por cierto, es horrorosa.

Vuelvo al hotel, me pongo el equipo de moto y salgo hacia la costa. La carretera hasta Vlorë es un auténtico desastre. Llego a poner la configuración enduro en la Multi para que la suspensión absorba mejor los baches. Pobres coches los que tengan que pasar a menudo por allí pero con la Enduro me divierto y hago bastantes kilómetros conduciendo de pie como si fuera una pista.

Si te gustan los barcos ¿porque no tener una casa que parezca un barco? Eso debió pensar el albano que hizo esto

Vlorë es una ciudad costera en pleno desarrollo. Debe ser muy turística ya que está llena de grandes hoteles y terrazas en su amplio paseo marítimo. Pero han importado todos los defectos de las costas masificadas. Supongo que el único atractivo deben ser los precios y la magnífica playa de su bahía. Sin nada interesante que me llame la atención sigo hacia uno de los objetivos del viaje: la mítica carretera SH8 de la que tantos hablan.

Vlorë

Al salir de Vlorë voy bordeando la costa hasta llegar al parque Llogara. Allí inicio un rápido ascenso hasta un punto en que el paisaje es alpino, con enormes abetos. De golpe paso de la playa a la alta montaña, es espectacular. Pero lo bueno aún no ha llegado. De repente, cuando alcanzo el punto más alto parece que la carretera se acabe. Delante mío sólo veo el azul intenso del cielo que se confunde con el del mar. Parada obligatoria. A partir de allí la carretera inicia un descenso vertiginoso hasta la orilla del mar, no sé cuantos metros de desnivel deben haber, es una especie de montaña rusa de asfalto. Un sueño para cualquier motorista.

Pero antes de empezar a bajar veo una pista que sube hacia unas antenas y no me puedo resistir. Hay bastante desnivel y mucha piedra suelta, el control de tracción trabaja a destajo para compensar la falta de grip de los neumáticos asfálticos pero subo hasta arriba. Vale la pena, las vistas son grandiosas.

 

Empiezo la bajada y el asfalto en buen estado hace que sea difícil contenerse y no ir rápido. Pongo el modo sport en la Ducati y nos divertimos un buen rato, que bien frena y se mueve a pesar de ir cargada!!

Los 125km de Vlorë a Sarande no tienen desperdicio: curvas y más curvas en una carretera sin tránsito y con unas vistas preciosas, realmente recomendable. Por el camino hay una base militar abandonada donde creo que guardaban submarinos, una pequeña fortaleza, playas solitarias… esa parte de la costa aún parece muy virgen.

Llego a Sarande sobre las 4 de la tarde y con mucho calor. Tanto rato viendo el mar con ese azul espectacular hace que me apetezca un día de playa así que decido quedarme allí y para disfrutar de una tarde en el mar. Pero Sarande es otro resort playero lleno de altos edificios sin ninguna gracia. Ciudad de sol y playa… eso no me atrae en absoluto.

Sarande

 

Como algo rápido y sigo hacia el sur. Mi última esperanza es Ksamil, ya muy cerca de la frontera con Grecia. La SH8 se convierte en SH81 a partir de Sarande. Pasa por una península con una estrecha franja de tierra con preciosas vistas del mar a ambos lados que vale la pena. Voy imaginándome tomando una cerveza en un hotelito solitario en frente del mar cuando llego allí… y creo haberlo encontrado. Pero está completo. El resto ya no me gustan, Ksamil no es Sarande pero tampoco me parece muy interesante a pesar de que las playas son muy bonitas. Desilusionado decido irme a Grecia y seguir con el plan inicial: dormir en Ioánina desde donde tengo varias rutas interesantes. Me iré de Albania sin poder probar su mar.

Lástima, esta cala con el hotel en la orilla habría sido perfecta para quedarse

La carretera queda cortada por una estrecha franja de mar que se cruza en una barcaza. Justo antes hay unas ruinas que me habría gustado visitar pero si lo hago que se me echará la noche encima y prefiero evitarlo. Cuando llego al «ferry» acaba de subir un alemán con su Africa Twin clásica.

Esta franja de agua es la que se tiene que cruzar con la barcaza

En el corto trayecto nos hacemos unas fotos y empezamos a charlar. Viaja solo, sin gps ni dirección concreta y me pregunta donde voy. Le digo que a Ioánina y me pregunta si puede venir conmigo, claro que si, siempre viene bien algo de compañía. 

Si no fuera porque confío en el GPS nunca diría que la carretera por la que circulamos lleva a una frontera, estrecha, entre campos y sembrados… pero muy bonita, me va a quedar un gran recuerdo de Albania, habrá que volver. Me gustaría poder visitarla con mucho más tiempo, estoy convencido de que deben haber millones de recónditas pistas para llegar a esos paisajes maravillosos.

Me gasto todos los lek que me quedan en una gasolinera justo antes de llegar a la frontera y seguimos ya en Grecia.

La carretera griega es igual o peor que la albana, desde luego esa no debe ser una frontera muy utilizada y llegamos al puerto de Igoumeitsa donde llegan y salen muchos barcos a Corfú y Brindisi. A partir de allí por autopista a Ioánina. 

Ya en la ciudad escogemos el primer hotel barato que encontramos en el centro y con parking para las motos y nos vamos a cenar junto al lago. Es lo que tiene ir en moto, no es difícil conocer gente y compartir experiencias, la cena con mi nuevo amigo es muy interesante.

El lago de Ioánina