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Amanecer en Figuig desde la terraza del hotel. Entre las dos montañas del fondo está la prohibida frontera con Argelia

Nos esperaba otra kilometrada de 450km hasta Oujda pero nos apetecía conocer algo más del oasis de Figuig. Sin duda que las palizas que nos habíamos pegado influyeron en la decisión, llevávamos mucha moto a las espaldas y no nos importaba sacrificar algo de ruta para hacer un poco de turismo.

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La recepción del hotel, Un curioso aparcamiento para nuestras motos

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Sylvie, la propietaria del hotel se brindó amablemente a hacernos un pequeño tour. Nos llevó por un laberinto de callejuelas estrechísimas hasta el corazón del oasis: el manantial por el que brota el agua del que dependen las 10.000 personas que viven allí. También nos explicó el sistema por el que se reparte el agua, el intrincado sistema de canales… muy interesante, sobretodo porqué el reparto se basa en un sistema de medidas muy curioso usando varas y hojas de palmera y sobre todo por la confianza entre las gentes, algo impensable en nuestra civilización.

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Con Sylvie la dueña del hotel quien nos explicó el sistema de reparto de agua en Figuig

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Un intrincado sistema de canales lleva el agua a las casas y campos

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Sylvie con el «medidor» de las cantidades de agua: una caña con marcas para las medidas

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Los diferentes estanques de almacenaje y reparto de agua

Figuig está en un extremo del este de Marruecos casi rodeado de Argelia. Está formada por varios “Ksar” o aldeas situadas en un frondoso palmeral. Antiguamente el paso fronterizo entre los dos países era un importante punto de comercio pero el conflicto que los ha separado ha hecho que el paso esté prohibido y que Figuig quede aislado en un extremo de Marruecos. Eso lo hace poco atractivo para los jóvenes y poco a poco se va despoblando, una pena.

Tras la visita iniciamos nuestra ruta. Teníamos claro que no podríamos hacer el recorrido off road al completo pero no nos preocupaba, ya habíamos hecho muchos km por campo y teníamos una alternativa por asfalto por la que podríamos acortar. Tras salir de Figuig nos dirigimos hacia el norte siguiendo la frontera con Argelia. Íbamos tan pegados a ella que eran frecuentes los controles militares que nos advertían de la prohibición de cruzar al otro lado. Había momentos que en el GPS parecía que habíamos traspasado la línea prohibida cosa que no nos hacía ninguna gracia.

Unos kilómetros más adelante nos encontramos con un triciclo parado en un lado de la pista. Sus ocupantes, dos jóvenes, estaban caminando en la misma dirección que nosotros y nos pidieron que les lleváramos. Se les había averiado y tenían que ir a trabajar a las obras de una presa que había más adelante. Nos pidieron si les podíamos llevar ya que, según ellos, estaba a unos 5km. Los subimos a las motos e iniciamos de nuevo la ruta. Los kilómetros iban pasando y la presa no aparecía cuando llegamos a un control militar. Allí preguntamos a los militares cuanto faltaba para la presa y nos dijeron que unos 20km. Eso ya era demasiado, esos dos se la sabían muy larga. Les dijimos a los chicos que ahora ya estaban a salvo con los militares, que teníamos prisa, y les dejamos allí. Lo aceptaron con una gran sonrisa, ningún problema, ya habían avanzado un buen trecho y el resto… «in sha allah»…

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En el pantano que hay sobre Figuig

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Por el camino vimos muchos lagartos multicolores. Este era amarillo.

Al cabo de un rato un nuevo pinchazo, el tercero, nos volvió a retrasar. Mientras lo reparábamos se acercó un joven pastor. Nos enseñó una pequeña botella de plástico envuelta en la lana de las ovejas, no tenía agua. Nosotros teníamos de sobra así que le llenamos la botella y volvió con sus ovejas.

No deja de impresionarme la tranquilidad con que viven estas personas en medio de la nada. En su caso nosotros habríamos estado muy preocupados, sin transporte, sin agua, solos en medio de una planicie inmensa. Sin embargo seguro que para él eso es de lo más normal.

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Un nuevo pinchazo

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Tras darle agua, el pastor volvió con sus cabras

El recorrido desde Figuig hasta la carretera de Ich fué bastante aburrido. La pista está muy arreglada por las obras del pantano y casi es una carretera, nada que ver como estaba cuando pasé por allí un año y medio antes que era mucho más divertida. Por suerte una vez cruzada la carretera y a medida que nos íbamos acercando al chott Tigri la cosa se hacía mucho más interesante.

Finalmente llegamos al chott, un gran lago seco rodeado de dunas a las que no nos pudimos resistir. Otra vez esa fantástica sensación de flotar… estuvimos un buen rato jugando en la arena y nos habríamos quedado mucho más, pero teníamos que seguir. Las pistas seguían siendo muy divertidas hasta que llegamos a la estación abandonada de Tendrara. Sorprende encontrar estos edificios en medio del desierto. Esta línea de tren iba desde Argelia hasta el norte de Marruecos atravesando miles de kilómetros. El cierre de las fronteras la dejó sin actividad y tanto la línea como todas las estaciones quedaron abandonadas.

Aquí podéis ver fotos de las estaciones y mi crónica del mismo tramo cuando fui en solitario.

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En las dunas del Chott Tigri

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Como pasa frecuentemente en Marruecos miles de bolsas de plástico indicaban que estábamos llegando a una población. A las afueras de Tendrara basura repartida por todos lados rodeaba a una pobre gente que vivía en haimas, la peor imagen de Marruecos.

Cuando llegamos al centro decidimos parar a comer alguna cosa. A partir de aquí nos quedaban muchos km de aburrida carretera hasta Oujda. Mientras comíamos nos fijamos en lo diferente que era la gente de aquí con respecto a la de Figuig. Mientras que la de allí era muy discreta y respectuosa con los viajeros, la de Tendrara era mucho más agobiante, también los niños, que pedían dinero sin parar.

Otra cosa que nos sorprendió era la cantidad de disminuidos mentales que pululaba por allí. Gente sucia, con su ropa rota y aspecto dejado… el ambiente no era nada agradable y decidimos irnos lo más rápido posible.

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Mucha basura al llegar a Tendrara

Mientras conducía por la carretera iba pensando en esa pobre gente, ¿quién se debía ocupar de ellos?. Dudo que en Marruecos haya un sistema de asistentes sociales o clínicas para ellos, si no tienen familias que les cuiden, no sé cómo deben poder vivir.

Íbamos por la N17 en dirección norte, una carretera recta que cruza un altiplano inacabable. La única distracción eramos nosotros mismos hablando a través de los intercomunicadores Midland que nos fueron de maravilla durante todo el viaje.

Por fin llegamos a Oujda, una gran ciudad en el noreste de Marruecos. Nuestro viaje llegaba a su fin, por eso nos regalamos con una buena cena y un buen hotel, el mismo en el que me alojé la última vez que pasé por aquí: Hotel Atlas Orient.

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Así de poca cosa quedó del que iba dentro de este traje tras el tute de tantos kilómetros

Al día siguiente aprovechamos para visitar el mercado de Oujda. Yo ya lo conocía pero Albert no. A medida que nos íbamos acercando por las callejuelas de la medina íbamos encontrando las tiendas que se agrupaban por especialidad: ropa, zapatos, orfebrería… pero lo más espectacular es el mercado de alimentos.

La anterior ves que estuve allí miles de personas lo abarrotaban. Productos de todo tipo llenaban los puestos. Cientos de especias perfectamente ordenadas, frutas y verduras frescas con sus brillantes colores, pero lo que más me llamó la atención fueron productos que en nuestros mercados no encontraríamos como las cabezas de camellos o cabras, tortugas… los carniceros despiezando los animales a la vista de todo el mundo. Digno de visitar. En cambio esta vez era tan temprano que la actividad estaba bajo mínimos y tenía poco interés así que dimos una vuelta rápida y nos fuimos a recoger las motos que habíamos dejado en el hotel, cambiarnos y salir hacia Melilla.

Oujda está muy pegada a Argelia y la N2 que va hasta Ahfir pasa pegada a la frontera por lo que no es raro que el contrabando sea una de las principales ocupaciones de la gente de esta zona. Si algún día vais por allí fijaros en los coches que van super levantados de la parte de atrás. Son así porqué les ponen amortiguadores largos y reforzados que les permitan llenar el coche de bidones de gasolina argelina, mucho más barata que la marroquí. Luego los ves cargados y van con la parte trasera casi tocando el asfalto. Lo más «curioso» es que la policía no diga nada. Por esa zona tener una gasolinera debe ser un negocio ruinoso ya que a cada paso te encuentras gente al lado de la carretera vendiendo garrafas de agua rellenas de gasolina.

De Ahfir fuimos por la N2 hacia Berkane y de allí a Nador y Melilla. Como siempre la circulación por carretera en Marruecos es mucho más peligrosa que por las pistas, adelantamientos sin visibilidad, cambios de dirección sin avisar… toda una experiencia que pone a prueba los reflejos.

Al llegar a Melilla de nuevo el caos de la frontera, el tiempo pasaba y no la conseguíamos cruzar, nos quedaba poco tiempo para embarcar. Por fin lo hicimos y nos fuimos rápidamente hacia el puerto. Al llegar a las taquillas para recoger los billetes nos extrañó que hubiera tan poco movimiento. Lo peor fue cuando la recepcionista nos dijo con una sonrisa que nuestro barco acababa de salir. No entendíamos nada, faltaba casi una hora para la salida!. Si, pero una hora en el horario marroquí, no en el Español. ¡No habíamos adelantado el reloj!!! ¿Cómo habíamos podido ser tan idiotas?, realmente un error de novatos.

Por suerte nos encontraron billetes para el ferry que salía por la noche, el único problema es que en lugar de ir a Almería, donde teníamos en coche, este ferry llegaba a Málaga así que nos tocaría hacer un buen tramo de carretera en moto. Nunca, en todos los viajes que he hecho a Marruecos, el ferry ha salido puntual pero esta vez si, esta vez salió a la hora en punto, vaya suerte.

Que se le iba a hacer, teníamos todo el día para conocer Melilla, una ciudad encerrada entre el mar y una enorme y valla de 12km de perímetro y 6 metros de altura que separa oriente de occidente. Horrible. Aprovechamos para recorrerla entera. El centro es bonito y la parte antigua tiene su encanto pero la verdad es que no se tarda mucho en visitarla así que llevamos a lavar las motos y mientras tanto charlamos con varios habitantes de la ciudad. La impresión que tuve es que vivir allí no es ningún chollo.

La sensación es muy rara, es como estar prisionero. Hay militares por todos lados. El fin de semana sólo puedes o ir a Marruecos -y justamente la zona cercana no es especialmente bonita- o salir al mar si tienes una barca o ir a tomar unas tapas y unas cañas. La ciudad ocupa prácticamente todo el territorio y solo hay un pequeño bosque donde ir a hacer un picnic. Tampoco la playa es muy recomendable ya que allí llega un torrente que viene de Marruecos y por el que baja de todo cuando llueve. En fin que si un día me pierdo no me busquéis allí.

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La valla de Melilla, cuesta entender que aún se tenga que separar así a las personas

Al día siguiente desembarcábamos en Málaga y por la noche llegábamos a nuestras casas. Habíamos completado otro viaje inolvidable a Marruecos… que seguro no será el último.

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Entrada a la casa de huéspedes Maison Nanna

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El techo de luces del hotela

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Amanecer en Figuig

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Zona de cultivos de Figuig

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Los canales de agua

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Albert casi no cabía por las estrechas callejuelas

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El origen de la vida en Figuig: el manantial de agua

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El repartidor de agua hacia los diferentes estanques

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Una hoja con marcas sirve para controlar el caudal de agua.

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Troncos de palmas para los tejados de las casas

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Pillamos a los probadores de la «nueva KTM» jajaja

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Los lagartos son preciosos

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Albert frente al pantano

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Albert en el Chott Tigri

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El mercado de Oujda aún vacío

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Parece que les gustan los caracoles…

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… y las pobres tortugas

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de tapas y cañas por Melilla

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El centro histórico de Melilla, pequeño pero bonito

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en cambio los pasos fronterizos dan miedo

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Vistas desde el acantilado en Melilla

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Misión cumplida!!! otro gran viaje con Albert

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Nos dio tiempo para limpiar las motos

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Mucho ambiente en el embarque

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