Me levanté temprano para ver amanecer en las dunas. Es un espectáculo que intento no perderme cuando voy por allí.
Cuando volví a la casa ya se habían levantado todos y pudimos desayunar juntos.
Me costó un poco convencer a Albert que teníamos que aprovechar esta etapa “corta” de 380km hasta M’hamid para dunear un rato antes de ponernos en ruta. Hasta ahora la experiencia de Albert en las dunas era con motos gordas y por tanto le había tocado sufrir por eso no le apetecía cansarse antes de hacer la etapa.
La idea era aprovechar que la casa de Eduard y Simona está pegada a las dunas para ir a jugar por la arena un rato sin el peso del equipaje. Además teníamos a Eduard que nos haría de guía y estaba seguro de que con la KTM690 Albert se lo pasaría bien.
El día era perfecto, la arena a primera hora está más dura y con las motos descargadas nos empezamos a meter por dunas bajas. Eduard nos demostró lo bien adaptado que está a la arena. Con la enorme GSA iba empalmando las dunas sin problema. Saber leer el terreno es básico para no quedarse corto en la subida o caer por una duna cortada si te pasas y él lo hace a la perfección.
Empezamos detrás suyo pero al poco rato le fuimos cogiendo confianza y ya íbamos cada uno a nuestro aire, eso sí intentando no perdernos de vista por si acaso. Como era de suponer Albert le cogió el gustillo rápidamente y se le veía disfrutar a lo grande. Al final no había quien le parase ni para hacer fotos.
Por fin pude recuperar las sensaciones que tuve hace años cuando estuve allí con la Suzuki DRZ y que con las maxi trail no había podido volver a experimentar. Enfilar las dunas con la arena sin roderas, solo es comparable a esquiar en nieve virgen. Esa sensación de estar flotando, de no notar las vibraciones ni los traqueteos de la suspensión es fabulosa. Cuando consigues ir empalmando los vértices de las dunas, las suaves subidas y bajadas… es adictivo.
El problema es cuando te confías, subes demasiado fuerte por una cara y sin tiempo a comprobar como es la bajada te encuentras con la peligrosa duna cortada. Una clavícula rota es la consecuencia más probable. De ahí que los expertos procuren subir de lado para tener tiempo de decidir si la bajada es factible o es mejor volver por dónde has venido.
Fue difícil tomar la decisión de irse, la arena estaba perfecta incluso para motos pesadas como las nuestras pero nos quedaba mucha ruta y había que ir a poner el equipaje.
VIDEO: POR LAS DUNAS DE MERZOUGA
Tras hacerlo y despedirnos de Simona y Eduard salimos hacia el sur.
Esta etapa la conocemos muy bien, es toda una clásica que no nos cansamos de repetir. El inicio es por pistas muy rápidas, se cruzan algunos lagos secos donde hay que controlar el gas o se pueden llegar a velocidades peligrosamente altas. La falta de vegetación que te sirva de referencia hace que no tengas sensación de ir muy deprisa hasta que miras el velocímetro y ves los 120 o 130 km/h a los que vas (con la Super Tenere llegué a 160). A esa velocidad encontrarte un rio seco o un agujero puede ser un desastre ya que tardas muchos metros en poder frenar.
Al cabo de unos kilómetros la pista empieza a ser un infierno de piedras en la que hay que tomar precauciones para no pinchar. Aquí es donde noté más la diferencia de la 660 respecto a las gordas con las que había pasado antes, llevar esas suspensiones pata negra y menos peso marcan realmente la diferencia.
De repente oigo la voz de Albert por el intercomunicador, me dice que se ha olvidado la mochila con el camel bag en casa de Eduard. En el desierto eso no es una tontería y a pesar de que llevamos recorridos más de un centenar de kilómetros valoramos seriamente la posibilidad de dar la vuelta. Finalmente decidimos continuar. Llevo el mío a tope de agua y además una botella de 1,5 litros en el “tool tube” así que si la compartimos y llenamos en cada sitio que podamos tendríamos que tener bastante.
Al cabo de un rato llegamos al famoso Ramlia, un paso por un rio normalmente seco que siempre tiene su dificultad, especialmente si, como este año, han pasado un montón de 4×4 y camiones que dejan unas enormes roderas en la arena.
El ritual dice que hay que parar a tomar una Coca Cola bien fría en el poblado que hay justo antes del rio. Allí coincidimos con un montón de mujeres aventureras que están corriendo el Rally de las Gacelas, una prueba reservada a mujeres. Parece que se lo pasan en grande y con la calma con que se lo toman no sé si es muy competitivo…
Comparado con el sufrimiento de otros años con las maxi trail, el paso del Ramlia es un juego de niños. La arena es muy blanda y hay mucho fes fes (arena tan fina que parece polvo de talco) pero saliendo de las roderas de los coches pasamos sin demasiados problemas. Nuestras motos nos demuestran que son ideales para este tipo de viajes.
VIDEO: CRUZANDO EL RAMLIA
El resto de la ruta pasa por inmensas llanuras y de nuevo pistas muy rápidas que nos llevan hasta Tagounite. Antes hemos tenido que pasar un puerto de montaña por el que hace unos años me crucé con un camión. Al volver a psar por allí recuerdo lo sorprendido que me quedé de ver a ese pobre trasto destartalado pasar por allí. Después de muchas horas rodeados de la sequedad más absoluta se agradece ver palmeras y prados de un verde intenso. Aprovechamos para repostar y beber algo antes de la parte final que nos llevará a M’hamid.
Esperamos este tramo final con ganas, la llegada a M’hamid es preciosa con unas dunas rojizas que son preciosas a la luz del atardecer. Pero esta vez hemos ido tan rápido que llegamos muy temprano y no podremos disfrutar de esa luz.
Tras la experiencia de la mañana es ver las dunas y meternos en ellas sin ninguna precaución. Gran error!!. Tras todo un día de sol la arena está súper blanda y nos encallamos una vez tras otra, es increíble la diferencia con la arena dura de primera hora del día.
Tras varias clavadas considerables que nos desfondan y el riesgo de hacernos daño, decidimos ir al hotel que nos queda muy cerca. Además ya lo conocemos y es como estar en las mil y una noches… demasiado tentador.
VIDEO: DEL RAMLIA A M’HAMID
Una buena ducha, la piscina del hotel, una cena fantástica y unos gintonics acaban de redondear una jornada fantástica. Hay que descansar ya que mañana nos espera una etapa que recordamos por su dureza: el paso por el Erg Chegaga.
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