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Los poco más de 100km que separan Bryce de Zion, nuestro siguiente destino, se hacen muy cortos ya que el paisaje es precioso.

Zion es un estrecho valle excavado por el Virgin River al que en coche se puede acceder únicamente por sus dos extremos viniendo por las carreteras 15 o la 89. Nosotros veníamos de la 89 y nos desviamos en Mt Carmel Junction hacia la 9 que es la que cruza el valle. Enseguida el paisaje empezó a ser espectacular con grandes bloques de piedra que nos rodeaban.

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Tras un largo y estrecho túnel se abrió un impresionante desfiladero por el que la carretera bajaba de golpe hasta el fondo del valle excavado entre altísimos desfiladeros de piedra.

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En la otra entrada al parque está el pueblo de Springdale donde habíamos reservado dos noches en un camping: Zion Canyon Campground. Nada del otro mundo, con unos servicios muy básicos como sería la tónica de los campings a los que fuimos. En general nos dio la impresión de que en USA los campings están pensados para la legión de monstruosas autocaravanas que son autosuficientes mientras que a los de las tiendas se les tiene marginados en un rincón. Lo bueno de ese camping es que está muy cerca de la entrada al parque así que pudimos dejar el coche en nuestra parcela e ir caminando hasta allí.

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Hace unos años, al ser el valle tan estrecho, se producían enormes atascos, por eso han habilitado un servicio de lanzaderas muy eficaz que hace innecesario el uso de coche particular.

El parque es impresionante pero en agosto esta absolutamente masificado lo que le quita gran parte del encanto. Hay diferentes caminatas, una de las más populares es a los Narrows, unas estrechas gargantas rodeadas de vertiginosos desfiladeros. La caminata se realiza por el lecho pedregoso del rio por lo que es bastante complicada así que pensábamos que a medida que iríamos avanzando habría menos gente. Ilusos. En el inicio aquello parecían las Ramblas de Barcelona en agosto. Gente de todo tipo, personas mayores, mujeres orientales con sus sombrillas y vestidas como si fueran a una boda, obesos que resoplaban como si se fueran a ahogar en cualquier momento… pero ellos erre que erre avanzando penosamente, cayendo al tropezar con las piedras…. Aquello parecía una procesión de penitentes.

Al cabo de una hora ya quedaba menos gente, sin embargo si se quieren conocer los verdaderos Narrows hay que caminar mucho más, llevar calzado y equipo adecuado y posiblemente coger una excursión guiada. Por las fotos que he visto creo que vale la pena si te gusta meterte entre cañones. Me quedé con las ganas de hacerlo, diría que Zion merece quedarse más días y poder salir de las rutas habituales, hay muchísimo por ver.

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También caminamos por otros senderos muy bonitos cercanos al rio, por cascadas y estanques (Emerald pools) y bajo los árboles, lo que se agradecía ya que a pleno sol el calor era sofocante.

Al día siguiente salimos temprano. Queríamos subir a una de las rutas más conocidas de Zion: Angels Landing. El inicio es suave pero pronto empieza una subida muy empinada que acaba en una zona a la que hay que ir agarrado en cables y cadenas. Es cansada pero realmente vale la pena ya que las vistas son fuera de lo común.

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Tras dormir una noche más en el camping gracias al equipo de acampada que nos había dejado Rick salimos hacia nuestro destino más esperado: Grand Canyon.

De todas formas, antes de salir de Zion y justo después de pasar el túnel de entrada hicimos una última caminata en el Canyon Overlook Trail, un camino precioso que deja ver todo el valle desde las alturas, muy recomendable.

Al regresar oí voces en el interior de una profunda y estrecha garganta, por mucho que lo intenté no conseguí ver a los aventureros que se habían metido allí dentro pero se lo estaban pasando en grande, ha de ser muy emocionante explorar esos cañones.

Soy muy curioso y tengo debilidad por meterme por esos sitios tan angostos y por eso no pude contenerme en saltar del coche al ver uno que estaba cerca de la carretera. Claire ya me conoce y sabe que cuando me pica una de esas no hay nada que hacer así que se quedó esperando pacientemente en el coche mientras yo brincaba de una piedra a otra explorando la garganta.

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Yo también la conozco a ella y se cuál es el tiempo prudencial antes de que me caiga la bronca así que al cabo de poco ya estábamos en marcha siguiendo la fantástica ruta 89 (89-A a partir de Canab). Son 130 km en los que pasas de unas llanuras inmensas y casi desérticas a bosques alpinos ya antes de Jakob Lake, donde paramos a comer en un restaurante de carretera muy recomendable y donde pude charlar con un grupo de moteros poco habitual: no iban con Harleys! La mayoría iban con BMW, alguna Honda… me explicaron la ruta que hacían y me moría de envidia.

Atención al cambio horario que hay al pasar de Utah a Arizona que es de una hora.

A medida que nos acercábamos al Grand Canyon la vegetación se convirtió en bosque alpino, realmente no nos lo esperábamos ya que la idea que teníamos era de paisaje desértico pero nada más lejos de eso. Resulta que el North Rim se encuentra mucho más alto que el South Rim y el frío y las nevadas son habituales, tanto que el Lodge solo abre del 15 de mayo al 15 de octubre.

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Desde que era un niño soñaba con visitar el Grand Canyon. Unas Navidades me regalaron un libro con unas fotos preciosas y me prometí que algún día tenía que verlo. Por fin el sueño se iba a hacer realidad con el peligro que tiene una cosa cuando la idealizas.

Aparcamos el coche y seguimos el ritual recomendado: entrar al Lodge por la puerta principal, acceder al majestuoso hall y acercarnos a los enormes ventanales que dan al cañón. Allí lo ves por primera vez en toda su majestuosidad. El panorama superaba cualquier expectativa, es lo más impresionante que he visto nunca y por mucho que lo intente explicar o se vea en fotos uno no se puede hacer a la idea. El increíble tamaño que tiene pero sobre todo los colores de la roca que además van cambiando a cada momento del día son únicos y merecen cualquier esfuerzo que se haga por verlo.

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La ventaja del North Rim es que sólo es visitado por el 10% de la gente que va al Grand Canyon así que para nuestra sorpresa había muy poca gente y por tanto daba gusto seguir las diferentes rutas propuestas casi en solitario. Tampoco hizo calor, incluso nos tuvimos que abrigar en algún momento y pudimos ver el cañón con sol, niebla, lluvia, tormenta… un completo catálogo que hacía imposible quedarse boquiabierto ante semejante maravilla.

El Lodge es muy recomendable. Son casitas dispersas por los alrededores del edificio central muy acogedoras. También recomiendo desayunar en el restaurante pero para eso hay que levantarse muy temprano, el premio será poder estar junto a las codiciadas mesas que hay junto a las ventanas que dan al cañón.

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La excursión top es cruzar el cañón del North al South Rim pero para eso hay que estar en plena forma, tener tiempo y haber reservado noche en el camping que hay en la parte baja ya que hacen falta al menos dos días para hacerlo. Nosotros nos contentamos con bajar un rato por el único camino que hace esa ruta y ya nos hicimos una idea de la dureza que debe tener ya que el desnivel es enorme. Si se quiere ir al otro lado del cañón en coche son casi 300 km y 3 horas y media, eso da una idea del enorme tamaño del Grand Canyon.

El resto de rutas son muy sencillas siguiendo los bordes del acantilado hasta los diferentes miradores, a cual más impresionante. A la mayoría de ellas incluso se puede llegar en coche. Por cierto, me quedé con las ganas meterme con el Jeep por la pista de 17 millas que lleva hasta Point Sublime. Lo pregunté y me lo desaconsejaron totalmente tras las lluvias que tuvimos, según ellos el terreno arcilloso de la zona lo hace especialmente deslizante. Tras el susto del primer día entendí perfectamente lo que querían decir.

El North Rim es tan salvaje que no hay ningún pueblo destacable por la zona, por eso hay numerosas actividades organizadas en el Lodge o el camping del parque. Pudimos asistir a un horroroso concierto (que mal cantaban los pobres!!) en la terraza donde lo único que se salvó fue poder cenar y beber cerveza en ese maravilloso anfiteatro con puesta de sol incluida. Más interesante fueron la charla sobre cultura india o los bailes tribales, la que nos dieron sobre la geología del cañón o sobre el cóndor americano, el ave más grande de américa del norte con sus 11kgs y tres metros de envergadura. Estuvo prácticamente extinguida ya que en 1987 sólo quedaban 22 ejemplares pero que por suerte se está recuperando. En la actualidad hay unos 500.

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También fuimos a una cena típicamente americana en el camping del parque. La cena era bastante regular pero los cantantes lo hacían bien y el ambiente fue agradable.

En el Grand Canyon Lodge pasamos tres noches tras las cuales nos dirigimos hacia nuestro siguiente destino: Monument Valley.

Capítulo 1: Salt Lake y Bryce Canyon
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