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Hoy no tengo prisa en levantarme, al fin y al cabo estoy de vacaciones, ¿no?.

Cuando lo hago ya me encuentro con varios integrantes del grupo que están poniendo el equipaje en las motos. El Raid to Roots ha acabado y mientras algunos vuelven a casa, otros afortunados como yo aún tenemos algunos días de viaje por delante.

Después de desayunar con el grupo me pongo a hacerle un repaso a la moto. No veo nada en especial que necesite ser reparado, ni tornillos por apretar así que lo único que le hago es limpiar y engrasar el filtro de aire.

Cuando he acabado y con todo el equipaje listo ya soy el último en salir, me despido de Eduard y Simona que tienen caras de cansados. Sé lo que es organizar eventos; cuando acabas viene el bajón pero pueden estar más que satisfechos de lo bien que ha ido todo, por poco que pueda el año que viene intentaré volver.

El día es perfecto. Sol radiante pero temperatura fresca, ideal para ir en moto. He salido tarde así que decido acortar el track previsto que pasa por al lado del Erg Chebbi y que ya conozco para hacer una tirada por carretera que me ayude a recuperar tiempo.

Las próximas tres etapas son las que más expectativas me han creado. Voy en dirección a Figuig un oasis prácticamente rodeado por Argelia. Siempre me han gustado las fronteras, eso de que una línea en un mapa pueda hacer que en pocos metros cambie el idioma, las costumbres, la cultura o la religión lo encuentro fascinante. En este caso además los habitantes de Figuig se encuentran en un “cul de sac” ya que la frontera con Argelia está cerrada.

Mi idea es dormir en algún sitio a medio camino hasta allí pero no tengo ni idea de donde, ya veremos…

Cruzo Erfoud. Pasados unos kilómetros veo una pista que sale de la derecha. Mi idea inicial era ir por carretera hasta Boudenib pero esta pista va en la dirección que quiero tomar. Miro en el GPS y parece que puede ser buena así que me decido a seguir por ella, creo que podré acortar bastantes kilómetros con respecto a la carretera y siempre será más divertido. Me lanzo a la «aventura».

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La pista va subiendo hasta sobrepasar los 1000 metros de altura y llegar a uno de esos “plateau” impresionantes que hay en Marruecos. Pasan las horas sin que vea absolutamente a nadie. La vista abarca cientos de kilómetros sin que nada se interponga, paro la moto y apago el motor. El silencio es absoluto, me siento muy pequeño, insignificante. Si alguien me pudiera ver desde un satélite… debo ser un puntito en medio de la nada.

A diferencia de otros días donde siempre que he parado ha salido alguien de no se sabe dónde, aquí no me pasa esto. Creo que podría pasar un día entero sin ver a nadie… o al menos eso me parece. Nunca antes había sentido esa sensación de soledad, me gusta tanto que decido parar a comer algo y pasar un rato disfrutándola.

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Cuando reinicio la marcha voy pensando en que me pasaría si tuviera una avería o un accidente, ni soy un gran mecánico ni sé de medicina, no debo tomar riesgos y por tanto voy conduciendo muy tranquilo, pero eso no evita que vaya disfrutando cada momento, esto es fantástico y a veces siento la necesidad de pegar un grito de euforia.

Hay momentos en que la pista desaparece, no seguir el track en el GPS e improvisar la ruta también es algo nuevo para mí, sé que la dirección es la correcta pero aun así cuando vuelvo a encontrar roderas tengo una sensación de alivio.

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La pista es muy pedregosa y eso hace que tenga que ir aún más pendiente del camino para no pinchar. Para evitarlo voy con las presiones de los neumáticos bastante altas. De todas formas con esta moto no tengo la impresión que tenía con la Super Ténéré o peor aún con la GSA de poder pegar un llantazo a cada momento. Las largas suspensiones y el menor peso ayudan mucho. También los neumáticos Mitas E09 Dakar con sus carcasas super duras.

De repente, en medio de la nada me encuentro una pila de piedras con un letrero y unos fósiles encima. Paro esperando que venga alguien a venderme los fósiles pero no viene nadie. En el letrero pone que es un pastor pobre que necesita vender los fósiles para dar de comer a sus hijos. El dinero que se quiera dar hay que ponerlo en una bolsita. No se si ha hecho un estudio de mercado de cuanta gente puede pasar al día por allí. Al menos yo no me he cruzado con nadie en todo el día.
Pongo algo de dinero sin coger nada y sigo mi camino. Me pregunto cada cuanto va el pastor a ver lo que ha vendido…

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El día va pasando sin ver a nadie y empieza lo que yo llamo la hora mágica, esa en que las sombras se alargan muchísimo y la luz se vuelve rojiza, esos atardeceres tan bonitos. Tengo que ir pensando donde voy a dormir, el día ha sido muy agradable y por tanto supongo que esta noche no hará frío, a ver si por fin consigo hacer realidad mi sueño de dormir en el desierto.

Empiezo a buscar un lugar adecuado para acampar. Mi inexperiencia en este aspecto hace que me cueste mucho decidirme. No me fío del frío por la noche, en la haima del hotel tuve suerte que me dieran mantas ya que sólo con el saco tenía frío. Así que cuando la pista cruza un río de arena decido meterme por él, creo que es la única oportunidad que tengo de encontrar un lugar un poco resguardado en medio de esas inmensas planicies.

Voy avanzando por el río de arena, es muy diferente hacerlo con el equipaje que cuando jugaba en la arena con Eduard y el resto de compañeros, aquí tengo bastante más trabajo para mantener la buena dirección. Pero algo me dice que tengo que seguir y de repente allí está, el sitio perfecto. Con su palmera y todo.

A la derecha del río de arena hay un pequeño cañón que parece ideal para poner la tienda. Paro la moto y subo a pie para inspeccionar. Es perfecto, suelo de arena blandito para dormir cómodamente, unas paredes de piedra a cada lado para resguardarme del viento y el frío… lo compro!!

El único problema es que quiero tener la moto cerca de la tienda y para llegar hasta allí hay una pendiente de arena bastante pronunciada. Intento subir con la moto cargada y me quedo clavado. Saco el equipaje y lo subo a pie hasta el punto de acampada. Cuando me dirijo a buscar la moto veo a unos niños a lo lejos que me están mirando, al fondo veo una haima de nómadas que es donde deben vivir. Bien, al menos no estoy del todo solo.

Consigo subir la moto hasta donde está la tienda pero me pego una buena sudada. Cuando lo consigo pienso que con la Super Ténéré no habría podido. La 660 ha sido una buena elección para viajar solo.

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Cuando acabo de montar la tienda, de organizar el equipaje y de dejar a punto todo lo necesario para preparar la cena son casi las seis y se está haciendo de noche. Subo a lo alto de las piedras que me rodean y me siento a ver como se pone el sol. Sólo oigo de vez en cuando el rebuzno del burro de los nómadas. Que gran momento…

El problema aquí es que cuando cae el sol es como si apagaran la calefacción y encendieran el aire acondicionado. Me voy hacia la tienda para preparar la cena y acabo cenando completamente de noche y con un frío que pela. Cuando acabo vuelvo a subir a las piedras a disfrutar del cielo estrellado. Es impresionante, nunca había visto tantas estrellas, se ve perfectamente la Vía Láctea. Estoy un buen rato embobado hasta que el frío empieza a hacerse más evidente y decido ir a dormir.

Me meto en el saco con una sonrisa de oreja a oreja pensando en el día que he pasado, ha sido fantástico y he tenido un montón de nuevas experiencias.

Acabo durmiendo con toda la ropa que tengo encima mío. Fuera está helando.

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