Martes 22 de mayo: Ioánina, Syrraco, Kalarites, montañas del parque nacional de Tzoumerka y Meteora

Tras «desayunar» con mi amigo alemán (el desayuno del hotel Dioni es como todo en este hotel: malo), nos  despedimos. Él continúa hacia Salónica mientras que yo no sé aún que haré. Lo único seguro es que dentro de 6 días tengo un avión de regreso a casa y que antes debo cargar la Ducati en el camión que la llevará a Barcelona. También me gustaría hacer parte del recorrido del Hellas Rally y por tanto me quedan dos o tres días como máximo para llegar a Olimpia.

Las dos bellezas preparadas para la acción

El teléfono de mi habitación os puede dar una idea del resto del hotel

Decido continuar con la tónica de no agobiarme y hacer lo que el cuerpo me pida. Desde que dejé de tener hoteles reservados y me olvidé del calendario previsto el viaje tomo una nueva dimensión, todo es más relajado y agradable. En lugar de tener la sensación de perderme cosas siento que disfruto más de todo lo que me rodea y eso me gusta. Seguiré improvisando. De momento voy a visitar Ioánina o Ioannina, lo he visto escrito de las dos formas y no sé cual es la correcta.

Es una agradable ciudad de unos 115.000 habitantes a la orilla del lago Pamvotis. Esta mañana hay una fina bruma que le da un aspecto mágico. 

El lago Pamvotis se despierta

Ioánina a la orilla del Pamvotis

 

La parte histórica se encuentra en el interior de una fortaleza junto al lago. A diferencia de otras ciudades donde la parte antigua se ha convertido en un mercadillo para los turistas aquí se nota que vive gente. La mayoría de las casas no son especialmente antiguas ni bonitas pero en ellas hay vida y eso la hace más simpática que esas que están llenas de tiendas de souvenirs.

Zona alta de la ciudadela de Ioánina

Museo Bizantino

Exterior de las murallas

Mezquita

Salgo del interior de la ciudadela y me pongo a pasear, los bares y cafeterías con sus terrazas y originales decoraciones van abriendo. Su situación privilegiada frente al Pamvotis invita a sentarse a tomar un café y simplemente mirar el agua. Yo lo hago desde un banco y, cosa rara en mí, me quedo allí embobado sin hacer nada y sin ganas de moverme. No me apetece irme, aún sabiendo que tengo unas rutas preciosas por los alrededores y que si no espabilo tendré que recortar por algún sitio. Aprovecho para escribir en el móvil la crónica de ayer y estoy tan a gusto que la visita se me alarga mucho más de lo previsto. Me da igual, nadie me espera, ventajas de ir solo.

Desde mi banco

 

Finalmente vuelvo al hotelucho a cambiarme y recoger la moto. De las diferentes opciones que tengo decido ir a visitar dos pueblos en el interior de las montañas: Syrrako y Kalarites, luego veré que más hago.

Los 50km hasta Syrrako son de los que no se olvidan. Curvas y curvas subiendo sin parar. Espectacular. Tramos en buen estado con otros sin asfalto se van sucediendo mientras gano altura hasta superar los 1500 metros.

La divertidísima carretera hacia Syrrako

Preciosas vistas durante todo el trayecto

Los dos pueblos son similares, casas encaramadas unas sobre otras en fuerte desnivel. Para ir de un sitio al otro del pueblo hacen falta buenas piernas. Se encuentran uno enfrente del otro. Muy cerca, no creo que llegue al kilómetro pero los separa un profundo cañón y para ir de uno al otro hace falta cerca de una hora de camino. Syrraco me parece un pueblo muerto. No veo absolutamente a nadie. Casas reconstruidas y bonitas pero cerradas. Así que me voy a Kalarites. 

Syrraco

Kalarites visto desde Syrraco

Al salir de Syrraco subo por una pista hasta un pequeño monasterio con vistas privilegiadas

Esto es vida!!

La carretera hasta Kalarites es aún más bonita que la que he hecho. Baja hasta el cañón, cruza un puente de hierro de esos que parece se van a caer a tu paso, atraviesa las montañas por túneles oscuros y vuelve a subir de golpe. Al llegar me encuentro a unas personas que van con unas mulas cargadas. Hasta hace relativamente poco era la única forma de llevar los víveres y mercancías al pueblo. Ahora las usan para distribuirlas por las estrechas y empinadísimas calles por las que no pueden circular los coches.

Kalarites es precioso. No solo por su privilegiada situación y las impresionantes vistas, también por las bonitas casas con tejados de piedra.

Todo un arte construir estos tejados

Por suerte hay un bar abierto donde me prepararan una ensalada griega (ya voy a una por día). La disfruto pensando en que debo estar en una de las terrazas con mejor vista del mundo. La ensalada no tiene nada de especial pero el sitio la hace ser única.

Las vistas desde la terraza

Por allí abajo se ve la carretera de acceso al pueblo. Fantástica!

El dueño habla un poco de inglés y me explica que durante todo el año solo viven 9 familias. El invierno es duro y la carretera queda cortada. Cuando llego está sentado fumando y tomando un licor. Le doy un poquito de trabajo y conversación y cuando me voy se queda allí, fumando y con su licor. Un trabajo estresante 😉

Mientras disfruto de la comida y las vistas pienso en que me apetece hacer. El día está resultando perfecto, podría quedarme más por aquí pero a costa de tener que ir apretado el resto de los días. Estoy conociendo una Grecia montañosa y creo que muy desconocida. Me gusta muchísimo pero también quiero ver la otra Grecia, la más típica de ruinas, mar y costa, así que decido irme hacia mi siguiente objetivo: Meteora.

La ruta prevista me lleva de nuevo a Ioánina y de allí a Meteora pero el señor del bar me recomienda una carretera más directa. Para mi sorpresa sale del pueblo y sigue subiendo, lo que parecía imposible. Sube y sube sin parar. Que carretera!! Que vistas!! Aún encuentro nieve y en muchas zonas las rocas que han caído por desprendimientos. Me paso varias horas en esa maravillosa carretera para mí solo. El día es perfecto, voy escuchando el bonito sonido de Bellíssima y enlazando curvas sin parar… En un momento dado me parece formar parte de la moto y que ella me lleva a mí, no puede ser que me salgan tan naturales las curvas, las frenadas… ¡Máxima felicidad!!  Y me voy animando, demasiado. En esas carreteras te encuentras una vaca en medio, un agujero enorme o un desprendimiento cuando menos te lo esperas. Así que saco el modo sport (que incita al pecado), pongo el touring, mi música preferida (esto de poder manejarla desde la piña de la moto es un plus) y me relajo… hasta que llego a un sitio en el que hay una señal de prohibido el paso en el suelo a la orilla de la carretera. Ni idea del motivo de esa señal pero como que me he cruzado con muchos desprendimientos supongo que puede estar cortada por este motivo. Miro alternativas en el GPS y es a costa de hacer un gran rodeo así que me la juego. La ventaja de llevar un depósito de gasolina de más de 30 litros es no tener que sufrir por eso, si tengo que dar la vuelta ya la daré. Al final no pasa nada y continúo hasta Meteora sin problemas pero eso le ha dado un poco de incertidumbre y emoción al final del día.

¿A que son sexys esas curvas?

¿La carretera perfecta?

No os puedo decir los números de esas carreteras ya que ni en Google Maps he sabido verlos pero si ponéis de Ioánina a Syrraco veréis por donde os lleva (curvas de herradura a tope), de allí a Kalarites (el rodeo del cañón) y de Kalarites a Meteora por esa increíble carretera de montaña. Super aconsejable!!.

Me acerco a Kalabaka cuando por fin veo las colosales rocas. Son como un imán y no puedo parar hasta encontrar el hotel que está más cerca de ellas. Es una casa de huéspedes, paso por delante y aún no he bajado de la moto cuando sale la dueña ofreciéndome habitación. Allí me quedo. 

Mi casa de huéspedes: Elena

Voy a cenar a la plaza del pueblo, muy animado y turístico y luego, ya de noche paseo a la luz de la luna por la base de esos gigantes de piedra. Espectacular. Mañana podré hacer realidad un sueño que tengo desde que era un crío: visitar los monasterios colgados de Meteora.