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Me desperté muy temprano. Si hay que dormir en una tienda se duerme… otra cosa es que se duerma bien.

El día anterior había tenido que subir hasta la parte superior del valle Argentiera muy deprisa y sin tiempo para disfrutar del paisaje. Vi varias cascadas que parecían muy bonitas y me quedé con las ganas de verlas con calma. Así que decidí volver.

Apenas empezaba a amanecer cuando ya con el equipaje recogido salía con la Multi hacia arriba. Tal como preveía valía la pena. Cuando paraba la moto, el único ruido que se oía era el del agua cayendo desde muchos metros, incluso pude fotografiar un caballo blanco que campaba a su aire, todo muy bucólico.

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Al regresar al campamento ya estaban todos recogiendo y cargando el equipaje en las motos. En un rato estábamos desayunando en un hotel reservado por 30 MPS para la noche siguiente pero que además era una especie de seguro de vida por si hubiera llovido la noche de acampada, ¡todo perfectamente organizado!

Una vez desayunados salimos en dirección Sestrieres desde donde empezó la pista de l’Assietta, un camino precioso que también hice con la Super Ténéré, en este caso disfrutando de un atardecer espectacular y un final un poco tenebroso ya que la acabé completamente de noche (crónica Alpes 2013)

La Assietta es otra de estas pistas imprescindibles si se va a esa zona de los Alpes pero hay que informarse bien ya que no está abierta siempre.

Tras una bajada impresionante con vistas que te harían parar a cada curva nos quedamos a comer en un pequeño restaurante donde volvía el asfalto.

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La pista de la Assietta

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Bajada de la Assietta

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Tras la comida nos dirigimos hacia el Colle de le Finestre. Llegamos arriba del col por asfalto pero al empezar a bajar se convierte otra vez en pista.

No deja de impresionarme ver a los ciclistas subir por esas empinadísimas carreteras pero es que aquí además era una pista llena de piedra y gravilla, y ellos con bicicletas y ruedas de carretera… ¡que bestias!

La parte final del col, ya cerca de Susa, vuelve a estar asfaltada y con un millón de “tornantis” espectaculares, realmente vale la pena hacerlo.

En Susa nos volvimos a reunir todo el grupo para poner gasolina. Nos quedaba la traca final: el Jafferau y el Sommelier.

Tras la copiosa comida y ya con muchos kilómetros encima empezó a notarse el cansancio. Varios de los integrantes del grupo prefirieron regresar a descansar al hotel, otros tenían los neumáticos muy tocados y no quisieron arriesgarse a quedarse sin goma para volver a casa… así que quedamos Isaac, Iker, Stefan, Michael, Pere y yo.

Nos fuimos por carretera hasta Bardonecchia donde empieza el ascenso al Jafferau. Es una pista muy bonita que sube espectacularmente hasta unos 2800 metros. Para mi es el track con las mejores vistas de todo el recorrido que hicimos. Una maravilla.

Hace un par de años, con la 660, aún pude ir por una pista diferente que pasaba por unos túneles estrechos, oscuros y sinuosos que daban bastante “yuyu”, especialmente yendo solo. Desgraciadamente unos desprendimientos han obligado a cerrarlos y ya no se puede pasar por ellos. Ese recorrido era aún más espectacular.

El tramo final es bastante empinado y con el terreno suelto. A pesar de ver que Isaac subía con la GS800 yo no las tenía todas conmigo. De nuevo la Ducati volvió a sorprenderme, nunca habría pensado en poder subir tan fácilmente por allí sin neumáticos de tacos, llegué arriba sin enterarme. ¡Bendito control de tracción!!

Una vez arriba nos quedamos un buen rato embobados disfrutando del increíble paisaje y pude enseñarles por donde bajé con la 660. Aquí tenéis el link al post de ese día en el que lo pasé realmente mal y donde aprendí que yendo solo hay de multiplicar por 10 las precauciones. Aquel día me libré, pero por bien poco.

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El siguiente objetivo era el Sommelier. Para llegar allí podíamos desandar lo andado (algo que siempre nos cuesta hacer) o bajar por las pistas de esquí, una bajada por una pista muy empinada y que tiene su cosa… a pesar de que algunos se notaban algo “perjudicados” por la larga noche anterior (había mucha cerveza por consumir), curiosamente elegimos la segunda opción… jejeje

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Con Isaac de guía, que se conoce la zona como la palma de su mano,  iniciamos el descenso. Otra vez volví a alucinar del funcionamiento del ABS de la Enduro. La bajada es larguísima, has de bajar frenando a tope todo el rato, el terreno resbalaba… pero ni un solo susto ni desfallecimiento por calentamiento.

Una vez en Bardonecchia nos dejaron Pere, Michael y Stefan. Ya solo quedábamos los tres mosqueteros: Isaac, Mikel y yo. Esta era ya la tercera vez que subía al Sommelier y curiosamente cada vez con una moto diferente, tenía curiosidad en comparar la Ducati con las dos Ténérés.

El inicio de la ascensión no tiene ninguna dificultad. El paisaje es muy bonito con larguísimas cascadas que se precipitan al valle. Al cabo de un rato pasamos al lado del refugio donde ya se veía a bastantes moteros acampados, no era casualidad ya que ese fin de semana se celebraba allí la Estella Alpina.

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Ya estaban acampando los de la Stella Alpina

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De izquierda a derecha: Isaac, yo y Mikel, los tres supervivientes.

A partir del refugio la pista sube fuertemente y ya al final (la parte más espectacular) estaba realmente rota y nos tuvimos que emplear a fondo. Desgraciadamente, cuando ya nos quedaba muy poco para llegar arriba, la nieve no nos dejó llegar hasta el final. Lo mismo que me pasó cuando fui con la Super Ténéré. Así que de las tres veces que he estado allí sólo he conseguido llegar a los famosos 3000 metros con la 660.

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La bajada fue igual de exigente con grandes piedras sueltas que hacían que no te pudieras despistar ni un segundo, muy entretenida. Luego ya volvimos al tramo más fácil donde pudimos relajarnos y disfrutar del maravilloso paisaje de alta montaña.

Cuando llegamos al hotel, los demás estaban ya cambiados, relajados y con sus cervecitas. Nosotros estábamos sucios, sedientos y cansados… pero nuestra cara de felicidad lo decía todo. Esta vez no nos daban ninguna envidia.

Nos esperaba otra buena cena muy divertida… mi última con el grupo ya que por la mañana nos separaríamos, ellos ya volverían a sus casas por carretera pero a mí aún me quedaba el precioso Parpaillon.

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